Gatos. Libro-regalo para los amantes de los gatos. Anne Mortimer.
A partir de los 8 años. Para niños y niñas que sean apasionados de los gatos.
La pretensión del libro no es procurar el descubrimiento de estos animales, sino acercarnos a sus aspectos más misteriosos y enigmáticos y encontrar las razones de la apasionada devoción que nos inspiran. Los gatos son seres que cautivan, y, una vez nos conquistan, sólo podemos admirarlos. Su majestuosidad está latente en el tratamiento que se les ha dado en las distintas civilizaciones, pero también en la influencia que han tenido en la literatura, en personajes ilustres, e incluso en acontecimientos históricos, y, cómo no, en la magia y los ritos.
El libro es muy llamativo en sus ilustraciones, incluso algo exagerado, recargado, como si la pasión por estos felinos se desbordara en el papel en una auténtica pleitesía.
Algunas citas que incluye:
«Ojalá escribiera con tanto misterio como un gato» Edgar Allan Poe
«El perro puede ser una maravillosa prosa, pero sólo el gato es poesía» Refrán francés.
«Humildemente, me inclino para acariciar su sedoso pelo. Estoy contento de ser su esclavo» Walter Adolphe Roberts.
«El más pequeño felino es una obra maestra» Leonardo Da Vinci
«Creo que los gatos son espíritus que visitan la tierra. Estoy seguro de que un gato puede caminar sobre una nube sin atravesarla» Julio Verne.
El león y el perrito. León Tolstoi
Resulta bastante complicado realizar una reseña de este maravilloso cuento, por dos motivos principalmente. El primero, que siendo un relato tan corto —el texto no ocuparía más de una página— corremos el riesgo de revelar la trama al más mínimo descuido.
Podemos empezar advirtiendo que, contrariamente a lo que el título sugiere, este no es un texto «animalista» en el sentido que hoy entendemos el término. Esta es una fábula, que se vale del uso de animales como personajes para hablarnos de aspectos tan humanos como la amistad, los prejuicios, o la pérdida.
Pero es precisamente el carácter humanista del texto lo que le dota de tanta fuerza, lo que resalta el importante mensaje sobre la relación de los humanos con otras especies: al contrario que las historias facilonas y tendenciosas a las que Disney y similares nos han acostumbrado, aquí los animales nunca dejan de serlo, nunca hablan o se visten o muestras emociones humanas. Es la mirada del autor —una mirada que no juzga ni interpreta— la que va poniendo el foco en los detalles que quizá, a la gente menos lúcida, nos pasarían desapercibidos.
Y he aquí el segundo problema de esta reseña: ¿qué nos quiere contar Tolstoi con esta minúscula obra maestra?. Las interpretaciones son tan numerosas como sus lectores. Y esto es bueno, porque nos abre una puerta, nos invita a seguir la conversación, a descubrir, a intercambiar y a aprender, a cambiar de perspectiva.
Siento este un blog animalista, y este un artículo titulado «La literatura y los animales», me gustaría señalar aquí algunas reflexiones que en ese sentido a mi, personalmente, me inspira el relato. Las cuestiones éticas de nuestra relación con los animales fue un tema que interesó a Tolstoi, como demuestra en otra obra reseñada anteriormente en estas páginas, «Historia de un caballo», así que me gusta pensar que no voy muy desencaminado.
Y es que en casi cualquier conversación con no-animalistas sobre los derechos de los animales, el argumento de la «naturaleza humana» siempre acaba apareciendo: nos los comemos, los cazamos, nos vestimos con su piel, los utilizamos como mano de obra, porque es «nuestra naturaleza». Cuando en realidad, lo que quieren decir, es que es «nuestro derecho», un derecho que, por mucho que lo maquillen, proviene exclusivamente de la violencia, como tantos otros aspectos de las relaciones humanas.
Porque si hablamos de «naturaleza human», ¿hay algo más característico que nuestra capacidad de decidir lo que es moralmente aceptable o no? ¿Hay algo más humano que pegar una patada en el suelo y gritar «NO»? No a causar sufrimiento por acción u omisión, no a tradiciones de odio y dolor, no no no.
En fin, quizá lo importante no sea averiguar, como si de un acertijo se tratase, lo que el autor quiso decirnos, sino observar detenidamente, en el espejo que nos pone delante, lo que éste muestra de nosotros mismos.
En los comentarios tenemos un estupendo espacio para el debate, si alguien se anima.
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